domingo, 27 de mayo de 2012

Los Benditos-Malditos Cursos


 

A mi este tema me apasiona. Lo digo sinceramente. En ningún lugar ni especialidad veo que los docentes sobre cualquier tema sean tan criticados, maltratados y puestos en cuestión.
El tema me interesa desde varios puntos de vista. En primer lugar, porque la enseñanza es una refinada transmisión de conocimientos de forma pautada. Una forma de transmisión de datos relevantes [mi materia] que da a entender que hay un corpus genuino de conocimiento como sustrato.
Como ya [creo] he comentado en alguna ocasión, me parece haber detectado un significativo grupo de ideas base dentro del trading que se acercan más [como metodología] a las pseudociencias que a cualquier rama científica. [Por eso estoy tan clavado últimamente en mis estudios y herramientas, porque ando identificando y desaprendiendo todo lo que me parece de dudosa calidad]. Y, si aceptásemos esa premisa, existirían cursos en los que no hay corpus real que transmitir más allá de algunas convenciones, suposiciones nunca demostradas y “cosas que a mí me funcionan“. Pero nada que admita un análisis científico-estadístico con rigor.

Permítanme el símil grotesco, pero sería como enseñar a un trader un conjunto de mantras y oraciones a diferentes santos para entonar en cada tipo de operación o de mercado. Igual fondo y [probablemente] parecidos resultados.
Sin embargo, hay otros muy sólidos en sus principios y que ofrecen una ventaja estadística en la operativa para algunos mercados y temporalidades concretas.
El problema es que diferenciarlos parece difícil y más sin tener alguna base más sólida que la propia opinión, aunque les prometo que estoy en ello. Quizás consiga [ni que tan sólo sea para mi buen gobierno] señalar un par o tres puntos que me sirvan de guía para diferenciar el grano de la paja. Pero, claro está, no puedo ser poco riguroso al acusar a alguien de poco riguroso. Además, sé que hacer algo así molestará a mucha gente, y uno se plantea si vale la pena. Lo pensaré con calma.
Y luego, están los alumnos. La mayoría de los asistentes a los cursos parecen bastante sileciosos. Les resulte o no, se manifiestan poco. Son prudentes y, seguramente, saben extraer lo que haya de positivo. Si me permiten personalizar, yo soy del tipo positivo que, por malo que sea el curso, siempre le saco enseñanzas. Aunque sólo sea cómo NO hacer NUNCA determinadas cosas.
Por contraposición, hay un grupo de ejemplares que  se dan de importantes criticando los cursos, simplemente para aparentar que saben tanto o más que quien los impartía. Algunos cuando critican, lo hacen con mesura, argumentos y razones, pero esos críticos sistemáticos vociferantes dan que pensar. No se puede criticar a TODOS los cursos, si no se ha tomado parte en TODOS ellos. Una premisa tan sencilla, se les escapa.
En el fondo, son los mismos que cocinan mejor que el chef de cualquier restaurante al que acudan y cuando hablan de física, superan a Einstein [o sea, unos bocas]. No siempre es culpa de la materia o del docente. Dice un viejo adagio que “el maestro aparece cuando el alumno está preparado“. Ya sé que ellos no lo entenderán, pero seguro que tú sí. :-)
Otra de las críticas recurrentes es el elevado precio de estos cursos [generalmente seminarios de pocas horas], que se considera desproporcionado. La verdad es que eso me parece bastante relativo. Quizás los cursos sean caros, pero el autoaprendizaje no sale muy barato tampoco. En mi modesta opinión, si un curso acorta tu aprendizaje y consigue que dejes de cometer algún error, creo que ya podría considerarse como rentable. Cuanto más lo haga, más rentable.
Otro factor es el de las desmedidas expectativas del alumno, ya sea de motu propio o generadas por una exagerada maquinaria de márqueting del formador. Pensar que, por asistir a un seminario de unas pocas horas, uno ya sale con la receta infalible e inagotable de fabricar dinero en los mercados provoca, cuando menos, admiración ante tanta candidez.
La última que aportaré como colofón, es una máxima de la que me declaro fan incondicional, conocida como la Ley de Bok. La enunció Derek Bok, presidente de la Harvard University entre 1971 y 1991, cuando un periodista le recriminaba el elevado precio de la educación en su prestigiosa institución. Bok le contestó:

“Si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia”

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