09/11/2012
diarioabierto.es. Wall Street ha decidido que lo que conviene ahora mismo es exagerarlo todo y ahí está, exagerando el gesto para que todos se conciencien de que la cosa está bastante más malita de lo que nos quieren hacer ver.
De nada ha servido que el líder de la mayoría republicana de la Cámara de representantes, John Boehner, se haya puesto, literalmente, “al servicio del presidente”, alejado de la lucha partidista y haya pedido que se deje de trabajar como demócratas o republicanos y se trabaje como estadounidenses.
De nada ha servido que ayer el mismo Boehner se mostrara más abierto a que puedan tocarse algunos impuestos para conseguir un acuerdo con la Casa Blanca con el que evitar el “abismo fiscal”.
De nada ha servido que S&P otorgue un escaso 15% de posibilidades a que se active el maldito “Fiscal Cliff”. El mercado quiere sangre y la quiere para avisar a la clase política de que está muy decepcionado con negociaciones anteriores, que aún recuerda el acuerdo in extremis o un poco más allá para elevar el techo de deuda y que tiene presente que la coyuntura a la que nos enfrentamos ahora con la posibilidad de que se active una subida automática de impuestos y un recorte generalizado del gasto público es consecuencia de una bajada de impuestos de la época de George W. Bush con una negociación que se cerró malamente y que dejó abiertos escenarios que en el futuro se han producido y amenazan con poner contra las cuerdas al país.
Pero, en realidad, nadie cree en que no se vaya a llegar a un acuerdo. Es más, en privado, todos apuestan por un acuerdo antes de que venza el plazo. Entonces, ¿por qué las bajadas? En realidad, por varios motivos.
Motivo Uno. Porque en el recuento de ondas de la corrección era necesario marcar un nuevo mínimo para que todo quedara “en su sitio”. Motivo Dos. Porque si no se exagera el gesto se corre el peligro de que los políticos impriman a la negociación un ritmo demasiado lento. Motivo Tres. Porque de paso están aprovechando para pasar por la piedra a valores a los que se tenía ganas, como es el caso de Apple y, en menor medida pero también afectado, Google. Motivo Cuatro. Porque la ralentización del consumo ha puesto contra las cuerdas a uno de los sectores industriales más influyentes en los índices neoyorkinos: el de semiconductores, encabezado por los fabricantes de chips informáticos.
En fin, motivos nos sobran y si seguimos buscando encontraremos más, pero creo que es más importante mirar hacia el futuro. ¿Es la gran caída largamente anunciada por los agoreros? Sinceramente, creo que no. En mis cálculos, que suelen estar errados en la mayoría de las ocasiones así que no me hagan mucho caso, al S&P 500, una vez traspasada la barrera de los 1.400 puntos, le quedarían entre 7 y 10 puntos de caída. Eso sí, la situación se agravaría considerablemente si perdiera ese nivel también. Ahí si tendríamos que preocuparnos seriamente.
Entre tanto, destacar que el volumen ha sido esta vez mucho más razonable que en jornadas anteriores. El Dow Jones perdió un 0,94%, el S&P 500 un 1,22% y el Nasdaq Composite un 1,42%.
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